Dos pies dentro, la cabeza en las nubes – Camino Sitges. Toma 06

Estoy en Sitges, pero no como esperaba.

Desde noviembre de 2015 he compartido en este blog mi camino al Festival de Sitges, mi sueño de estrenar en el Festival de Cine Fantástico y de Terror de Catalunya. Al principio, la idea era presentar un largometraje que se transformó en corto. Después, ese corto que iba a ser se convirtió en otro, y al final el otro se filmó y no dio tiempo a enviarlo. Y ahora estoy en Festival de Sitges, pero no como esperaba.

El año pasado pisé por segunda vez el festival (la primera vez fue para asistir al estreno de Megamuerte (J. Oskura Nájera, 2014), en la que aparecían mis queridos Jordi Armengol y Álex Oliveres), y pude comprobar que allí era donde quería estar. Era alumno del Máster de Cine Fantástico cuyo equipo docente formaba parte de la organización del evento, y saboreé el privilegio todo lo que mis horarios profesionales me permitieron.

Me encontraba en medio de la pos-producción de Villa Offline, de la cual aún os debo entrada, pieza que se rodó con intención de estrenar en el festival el pasado año pero que no llegó a tiempo (ni de lejos).  Gracias a asistir a la quincuagésima edición del Sitges IFFFC y estudiar el máster, Villa Offline ha podido editarse y re-editarse, pasando por pases privados y decenas de visualizaciones, mejorando en cada versión. He aprendido mucho este año, me alegro de que el el corto no se enviara entonces, y teniendo en cuenta que la única dirección post-estudios cinematográficos ha sido durante el re-montaje (a lo George Lucas), no ha quedado del todo mal.

Podría ser mejor. Mucho. Pero, eh, nos lo acaban de premiar en Los Angeles. Algo habremos hecho bien.

Tenéis que entender varias cosas, que me son difíciles expresar pero que son fundamentales. Siempre he querido hacer cine. Lo he estudiado durante toda mi vida por mi cuenta, pero esta es la primera vez que puedo estudiar de forma oficial. Lo estoy estudiando en el máster que imparte el festival al que siempre he querido asisitir como director. Por complicaciones personales, el cine se ha convertido en mi único medio y modo de poder expresarme, socializar y avanzar personalmente día a día. Y ahora, de repente, me encuentro en un extraño impasse emocional.

En mayo el corto estaba listo para ser enviado a la 51ª Edición del Festival de Sitges. Y se envió.

En junio me propusieron hacer las prácticas del máster en la  51ª Edición del Festival de Sitges. Y acepté.

A poco menos de dos meses del festival al que siempre he querido llegar, me encuentro dentro de él, ayudando a organizarlo, trabajando codo con codo con personas a las que he admirado durante años. Estoy viviendo el festival desde un ángulo que jamás creí que sería posible, y no os podéis ni imaginar las maravillas que he podido observar de cerca.

«Maravillas» para un necio, supongo. Pero maravillas para mí al fin y al cabo.

No quiero, por prudencia profesional, detallar nada de lo que ocurre en las pequeñas oficinas en las que se trabaja para organizar el festival fantástico, pero sabed que es una labor titánica, de meses y docenas de increíbles personas que trabajan con ahinco y un cariño al cine descomunal. Tengo muchas ganas de vivir esta edición que he ayudado a contruir. Pero también trabajo tenso. Tenso, tenso.

Villa Offline está en la parrilla de cortometraje enviados para participar. Y creedme, compite con trabajos más que exquisitos. La tensión de no saber si el corto ha sido escogido estando dentro del festival me causa pesadillas. Literalmente. ¡Qué locura!

Pronto sabremos cómo acaba este pequeño momento de tensión. Sea como sea, el festival ya me ha seleccionado a mí para formar parte de él. Y eso es algo que ningún palmarés podrá superar, ni aunque el mismísimo César me entregara esos laureles.

Por otro lado, el largometraje al que llamamos Nasus [working title] sigue en desarrollo. Lleva unas sesenta páginas de guion y tiene a mucha gente emocionada detrás.

Estoy metido en otros proyectos, pero la verdad es que llevar a Villa Offline por Festivales y el trabajo en el 51º Sitges IFFFC me llevan bastante justo de tiempo (además de empezar ahora un nuevo curso en la escuela Covent Garden – ¡cuarto año ya! -).

No os podéis ni imaginar el lío que tengo en la cabeza con todo esto. ¿Voy muy rápido? ¿Van muy rápidas las cosas? ¿Estoy dando los pasos correctos, tomando las decisiones precisas? Un colega del festival a quien he cogido un gran cariño, una década mayor que yo, me confesaba el otro día lo que hubiera dado por ser yo, ya que he llegado muy rápido donde él querría haber estado a mi edad. Son esa clase de comentarios los que me sacan por las mañanas de la cama con una sonrisa de esperanza y que, a la vez, al cabo de las horas, me hacen pensar si no me estrellaré más rápido al seguir así.

Quizá lo mejor es que no seleccionen aún el cortometraje. Quizá lo mejor es enviar a Festivales sin pretensiones, aunque se rodara para este en específico, y dejar el proyecto fluir. Centrarme a vivir el festival. A acabar de estudiar el máster. A dar clases y escribir.

Quizá.

«Quién sabe señor Frodo. Quién sabe.»

Ya os contaré.

Ama et quid vis fac.

 

 

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