Lo que sigue es un recopilatorio de mis conclusiones y reflexiones acerca del fantástico, parte de diferentes ensayos sobre las claves del género y la ficción contemporánea. Material original escrito alrededor de 2018.
“Lo fantástico explora el espacio de lo interior; tiene mucho que ver con la imaginación, la angustia de vivir y la esperanza de salvación.”
De todas aquellas definiciones que se presentan de lo fantástico, incluida la caracterización a tres puntos que nos ofrece Tzvetan Todorov, es la que encontramos en las páginas 148-149 de La littérature fantastique de Marcel Schneider la que más me ha llamado la atención, aquella que más se acerca a todo lo que suscita en mí el fantástico. Es curiosamente también la que, según el autor, cae en el saco de las que merecen menos atención.
Por lo que entiendo de Todorov – y que alguien me corrija si erro en ello – este “intento” de definición de Schneider no funciona al situar el criterio de lo fantástico en el propio autor del relato. No obstante, evoca en mí todo aquello que siempre he sentido al disfrutar del género fantástico. Sobre todo si nos centramos en a lo que “la esperanza de la salvación” se refiere.
Y diréis, ¿acaso no todas las historias que sigan las desventuras de un personaje principal – o sigan a un protagonista a través de un evento capital – tienen como mensaje intrínseco la búsqueda de la esperanza? ¿No es esa la base del monomito, destilada como se encuentre, y sea el género que sea? Ciertamente la esperanza como emoción o pensamiento puede sonar algo cliché, pero os animo a analizarla en base a todo aquello que cita Todorov a la hora de definir su fantástico:
Hablamos de esperanza a conocer en el desconcierto; a conseguir no sólo evadirnos de la realidad sino a huir completamente de ella – o a encontrar un modo de dejarla de lado una vez acabada la aventura pertinente –; o a que la ambigüedad que rodee el misterio de lo fantástico torne y se revele como fantasía pura y dura (o realidad si hablamos de hechos de pesadilla).
Si extrapolamos la definición de Schneider a aquello que el lector/espectador busca, siente y/o encuentra, ¿no tiene así más sentido su definición? Es cierto que el autor, que es artista y es autor, mirará siempre de poner parte de sí y construir la narrativa fantástica en base a aquello que le defina – pero si carece de receptor que comparta su imaginación, angustia y esperanza (y así la del protagonista), esa historia no existe.
Esta reflexión nace, en parte, de uno de los comentarios del compañero Jofre Urgelés: “no hay ninguna sensación más satisfactoria que identificarse con el personaje, pero creo que también es muy potente saber más que él y estar en completo desacuerdo con sus acciones, sufrir por él.”
¡No recuerdo haber disfrutado más de cualquier género que cuando el personaje se debate entre sus acciones, decisiones y moralidad! Ese ansia de esperanza se hace mucho más fuerte en el fantástico, ya que son elementos sobrenaturales y por encima de la mano del mortal los que se han de vencer.
Siempre la esperanza, extrapolable a cada una de las concepciones, variables y componentes del fantástico es lo que, personalmente, suscita en mí.
Toda mi vida he creído que el fantástico es la narrativa-ficción más objetiva a la hora de definir todo aquello que rodea a la sociedad del autor y los lectores/espectadores en cada momento de la historia. Esta realidad, a grandes rasgos, trata una gran mayoría de temas y preocupaciones atemporales, lo que consigue que estas historias se mantengan en el tiempo y muy difícilmente pierdan su fuerza característica para las generaciones venideras. It’s a Wonderful Life (Frank Capra, 1946) se mantendrá tan viva en el tiempo y en el género como lo hacen ahora las obras de Satoshi Kon o Edgar Wright.
Los valores que transmiten el fantástico de aventuras y acción o el fantástico familiar han sido imperantes a la hora de formarme como persona, a la hora de crecer (subgénero, el fantástico familiar, que cuesta encontrar hoy, ¿alguna recomendación?). Y desde mi adolescencia hasta hoy siguen estando aquí, como decía la compañera Laura Garriga, dando “sentido a algo que no lo tiene”. Llevando siempre aquello mostrado en la ficción a la realidad, aplicándolo en el día a día.
Es por ello que cuando consumo narrativa, sobre todo aquella más oscura y que trata en lo fantástico claros reflejos de la actualidad social y cotidiana, recuerdo la cita de Neil Gaiman: “los cuentos de hadas son más que ciertos: no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos aseguran de que los dragones pueden vencerse”. Un recordatorio constante del impacto que ha de tener la ficción fantástica en la razón colectiva, más allá de las páginas y la pantalla de plata.
En cuanto a los elementos que definen el género, todos los compañeros han citado de forma fantástica y yo los he utilizado en la ejemplificación de cómo adaptar la esperanza de Schneider a la definición de Todorov. Me gustaría, sin embargo, hacer mención a ese cuarto elemento que ha citado otro compañero, Alejandro Ripoll: la figura del tutor sobrenatural como encontramos en el periplo del héroe.
Creo que es primordial que exista un elemento de sujeción a la realidad que a la vez sea introductor al elemento fantástico de la narrativa para ambos el lector/espectador y protagonista de la historia. Este personaje me resulta extremadamente útil (aunque no sea más que eso, un elemento útil del que disponer o no a conciencia) para poder manipular al lector/espectador para bien o para mal. ¿Necesitamos que el personaje mantenga un pie en el mundo real? Podemos hacer que este tutor le barra el paso con recordatorios del estilo Vernon Dursley: “¡La magia no existe!”. ¿Es necesario que el personaje entre de lleno en el mundo fantástico para así dar rienda suelta/más importancia a otros elementos de la trama? El tutor puede ahora da un empujón: “Eres un mago, Harry.”
Mención al mundo del videojuego, algo que durante los últimos años me ha llamado mucho la atención, aunque no haya formado parte de él: la narrativa fantástica en el cine interactivo-inmersivo (que en las plataformas de última generación encontramos muy de vez en cuando, a veces incluso con estrellas y directores de Hollywood) es muy capaz de suscitar emociones y vivir experiencias en el fantástico, si no diferentes, innovadas dentro del género. Me parecería muy interesante analizar en un futuro qué de aquellos elementos del fantástico que Tzvetan Todorov necesitaba para definir lo fantástico se encuentran en ellos y cuáles aparecen de cero o se reinventan para captar al espectador.
El autor y la historia fantástica, en definitiva, los podría definir como George Bailey gritándome: “What is it you want, Mary? What do you want? You want the moon? Just say the word, and I’ll throw a lasso around it and pull it down.”