Hoy cumplo 15 años

Hace poco me di cuenta de que el momento en el que decidí que quería hacer cine lo hice de manera subconsciente.

Fue alrededor del año 2000, cuando veíamos en familia una y otra vez la encomiable Bowfinger, el pícaro (1999) de Steve Martin y Frank Oz. En la escena final, Bobby Bowfinger (Steve Martin) consigue estrenar la película de ciencia ficción que ha perseguido filmar durante toda una vida. La satisfacción en el rostro de este personaje cuando ve algo que ha creado junto con un equipo de personas a las que ama, y la felicidad que ha traído a toda una platea de cine que se pone en pie para ovacionar su trabajo, es… Bueno. No hace falta que acabe la frase.

A mis doce años tenía una extraña vida social. En el colegio no lo pasaba muy bien al ser un crío muy arraigado a la fantasía de su niñez, aún ya habiendo comenzado el instituto, que prefería leer cómics o jugar a videojuegos antes que conversar de temas «más adultos». Aunque acababa de entrar en un esplai (scouts cristianos catalanes) y estaba empezando a tener más relaciones fuera del colegio diferenciado del Opus Dei al que iba, mi tiempo libre lo seguía dedicando a ver cine y coleccionar figuras de acción de Star Wars.

Como os podéis imaginar, estos hobbies de la mano de una personalidad algo histriónica no me hacían extremadamente popular. Algunos de mis compañeros de clase se reían de mí, otros me ignoraban. Yo tan sólo quería encajar, encontrarme y aportar. Que cambiara la imagen que tenían de mí.

En navidades de 2005 mis padres me regalaron una cámara web de 480p. Hacía menos de un año que había nacido YouTube, Facebook aún no estaba de moda, y la gente subía sus fotografías en FotoLog. Yo quería hacer fotos de mis figuras de acción como si fueran viñetas de cómic, así que tomé a Obi-Wan Kenobi y a Darth Vader y recreé la batalla en Mustafar de La venganza de los Sith (2005) foto a foto.

Qué sorpresa la mía cuando me di cuenta de que cuando pasas dos fotografías del mismo objeto una detrás de la otra, dichos objetos parecen moverse con vida propia. Salí corriendo de la habitación y le dije a mi hermano mayor que, recuerdo, estaba leyendo Berserk en el sofá:

—¡He inventado una nueva manera de hacer cine! —Estaba extremadamente emocionado. Le expliqué lo ocurrido y me contenstó:

—Pero Sergi, eso ya existe. Se llama stop motion y es como se hizo, por ejemplo, Pesadilla antes de Navidad. No lo has inventado tú.

¡Qué decepción! No obstante seguí experimentando, transformando el stop motion en lo que llamé vid motion: al no tener la manera de grabar audio por encima de animación en Windows Movie Maker, grababa mi voz en vídeo con el personaje estático, le hacía moverse mediante fotos y, cuando necesitaba que volviera a hablar, volvía a insertar un vídeo con mi voz.

Un antes y un después para la historia del cine del universo que era mi habitación.

En el instituto se había puesto de moda ser borde con la gente, y yo era blanco fácil. Cada vez que explicaba algo que me emocionaba o que me parecía interesante, habiéndolo leído en algún sitio o aprendido en documentales, corría a explicárselo a mis compañeros más afines. No obstante, empecé a recibir la misma respuesta de todo el mundo:

Tss, eh, —me detenían en medio del discurso. Seguidamente agitaban levemente la mano como cortando el aire y decían—: que me da igual.

Ante esta nueva moda, como distracción y mecanismo de defensa, estrené mi primera producción el 18 de junio de 2006, hace hoy 15 años.

Pudiendo haber explotado en mi cara, el Chewbacca borde fue todo un éxito entre mis compañeros de clase. Fui el primer youtuber de mi instituto (que yo sepa) y pronto algunas personas empezaron a subir algunos vídeos: chicos que en su momento se habían reído de mí resultaban ser grandes seguidores de La guerra de las galaxias, el cine ochentero como Regreso al futuro, y los videojuegos (que en aquel entonces aún no estaban tan aceptados). La gente no pedía contenido per se, per lo consumía con ganas si se le ofrecía.

A A Chewbacca le da igual le siguieron seis secuelas y un spin-off, una de ellas mi primer videoclip no-oficial para Like Humans Do de David Byrne. En retrospectiva, me da una envidia terrible ver lo creativo y fructífero que era entonces y lo tremendamente mustio que parezco ahora, en comparación, a nivel creativo.

A los doce años experimenté con stop motion, vid-motion, edición con anime music videos que tienen más de 1 millón de reproducciones a día de hoy, animación de stills y viñetas, e insertos de VFX en stop motion.

A los trece años me adentré en la narrativa más compleja (aún con figuras de acción), descubrí la animación como tal (mediante Microsoft Paint y fotograma a fotograma), e integré animación en live action sólo porque «si en Roger Rabbit lo hacen, por qué yo no».

A los catorce años dirigí acción real por primera vez, un cortometraje con gente del instituto para un concurso que se hacía en el mismo (nos dieron el premio accésit porque no era «justo» que compitiéramos con el resto).

A partir de ahí todo fueron sketches con mis amigos del esplai, fan fiction de Doctor Who y videoclips oficiales de artistas reconocidas mundialmente. Diría que todo puede encontrarse entre esta web, YouTube y Vimeo. Incluso me siento tremendamente afortunado de decir que alguien decidió filmar y compartir mi primer momento Bowfinger del 30 de noviembre de 2013, con el estreno de El mundo imperfecto.

Ese día me di cuenta de que lo había conseguido. Me encontré, encajé y aporté. Fue cuando me di cuenta de que lo que más feliz me hace en el mundo es hacer feliz a los demás a través de la narrativa audiovisual.

Ser feliz y hacer feliz a los demás. Ese era y es el objetivo final.

Me alegra tanto como me apena decir que fui autodidacta. Me habría encantado estudiar cine en una escuela y aprender de profesionales de forma directa. Tristemente, la economía no me lo ha permitido, pero me ha brindado la oportunidad de llegar donde estoy por el camino largo, y ha sido extremadamente emocionante. No lo cambiaría por nada del mundo. La gente que me rodea hoy es increíble: no puedo encontrar palabras que les puedan describir y que hagan que os las creáis.

Qué bonita aquella «tarde marzo tan aburrida».

Para celebrar este decimoquinto aniversario, saco a la luz en redes sociales el teaser del que tan orgulloso estoy: El castillo al final del camino. Espero que os despierte tanta curiosidad y emoción verlo como a mí el proyecto entero.

Gracias a todas por acompañarme durante este camino. No sabéis cuánto os quiero y os aprecio, de dos corazones.

Un saludo, y por quince años más.

Imagen destacada por Rocío Sabián.

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