#Sitges2021 – Camino Sitges. Toma 08

Llevo escribiendo esta serie de entradas tituladas Camino Sitges desde enero de 2016. Han pasado ya más de cinco años desde que me propuse estrenar en el Festival y no hay manera… No obstante, es todo mucho mejor.

Desde 2014 he pasado por el Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya como espectador, estudiante, becario, talent y, durante esta pasada quincuagésima-cuarta edición, staff como miembro del departamento de Comunicación y Prensa. La experiencia de volver a formar parte de la organización del Festival, esta vez a tiempo completo, es difícil de transcribir. Los madrugones, los fuegos, el cansancio y el estrés son parte de una amalgama de sentimientos adversos a lo que realmente alimenta la locomotora durante la quincena que dura el Festival: el compañerismo, el amor, el talento y la pasión.

Este pasado julio, tras un año balanceándome entre la docencia y el mundo del videoclip (¡válgame el cielo!), y mientras miraba de sacar hacia delante los proyectos que la pandemia mundial de la que aún resurgimos había trastocado, decidí lanzarme a la piscina. Mi tiempo como profesor y coordinador en Covent Garden, pese a otorgarme estabilidad emocional y económica, hacía que me sintiera atascado a nivel profesional dentro del audiovisual. Decidí, pues, marchar con lo puesto esperando que todo iría a mejor.

Y, ciertamente, aunque los dos siguientes meses fueron, digamos, difíciles de sobrellevar, Sitges cayó del cielo. Otra vez.

¿Qué tiene este lugar, este Festival y su gente, que en los momentos de más desesperación de mi vida han estado allí? Tres veces durante los últimos cuatro años me ha llamado (¡literalmente!) cuando más lo necesitaba. Es normal, claro está, o yo al menos así lo entiendo, que tal y como me ha devuelto la vida yo mire de dar mi vida por él. De no ser porque como (espero) cualquier artista que se precie estoy con el agua al cuello económicamente, decidiendo qué día como, cuál ceno, y cuál nanai, trabajaría allí de forma gratuita.

La vida en el Festival, las personas que conforman el mismo, desde sus organizadores a sus asistentes profesionales y no-profesionales, cinéfilos, cinéfagos y cin-zaber-bien-qué-hacen-ahí, son fantásticas, pun intended. Y lo feliz que me hace haber compartido toda una edición con ellas, bueno. Tenía razón al principio del texto. Es imposible de transcribir.

He vuelto a Barcelona con nuevas amistades y contactos, proyectos plantados que ojalá germinen, y una reavivada pasión por seguir luchando.

El 90% de las historias que nos explican tenían razón: ojo con que lo que quieres no sea lo mismo que necesitas.

Yo quería estrenar como fuera, y lo sigo queriendo.

Lo que no sabía es que antes, y para ello, necesitara una familia.

Sitges no es el cine, son las personas. Y lo que he aprendido de mi nueva familia en el departamento es mucho, y les debo tanto, tanto. Pero tanto.

No puedo esperar a ver cómo el destino, el Festival y su gente me sorprenden el año que viene. Espero también poder hacerlo yo.

Ama et quid vis fac, age si quid agis. Ad astra per amor.

Nos vemos en la siguiente toma, ya en una nueva secuencia parece.

P.S. Este año envié dos proyectos y no escogieron ninguno. Me da que voy a tener que cambiar mi ángulo.

En la imagen, la familia. Por Gerard Freixes.

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